acá va otro de los febriles comentarios
Gracias, Fidel
Qué bueno ha sido Fidel, que le ha recordado a todo Chile una serie de lecciones que ya comenzaban a olvidarse. Siempre pedagogo, siempre magistral, el líder de la agonizante revolución ha escrito una de sus mejores columnas finales.
Ante todo, lo notable es que pueda aún hacerlo. Convertido en un pellejo enfundado en Adidas, Castro mantiene viva la tradición de los grandes dictadores del marxismo, que nunca se han resignado a dejar el poder. No jubilan, porque encarnan divinidades que deben conducir a sus pueblos a esa tierra prometida a la que jamás se llega. En ellos resulta evidente que no es el proletariado el que se autogobierna, sino que son sus nomenclaturas las que lo administran.
Por eso Lenin, ya hemipléjico y en silla de ruedas, seguía enviando instrucciones al Comité Central; por eso Stalin, en el lecho de muerte, levantó un dedo -eso le bastaba- para dejar en claro que "aquí mando yo"; por eso Mao, ya anciano, se hizo fotografiar bañándose en el Yangtsé, para afirmar su vitalidad como conductor; por eso los líderes norcoreanos, momias sonrientes, han mantenido la opresión con mano firme. Y Castro no iba a ser menos: ya no soy el Jefe de Estado, pero soy Fidel. ¿Y el pueblo? Por definición, sigue a su líder.
También siguió al carismático conductor una extranjera de paso. Lo fue a ver apurada, ansiosa, leal. Pero él le recordó, con su columna y apenas pocas horas después, que no existe la lealtad en los procesos revolucionaros, que sólo vale lo que sirve a la causa del pueblo. Durante la entrevista, seguramente ella lo miró con la misma cara embelesada que tenían los curas socialistas sentados a sus pies en ese lejano Chile de 1971. Pero a Fidel no le vienen con caritas: para él era mucho más importante cambiar el eje de la post visita, desde las impresiones sobre Cuba a una disputa entre Chile y Bolivia. Todos hablando del mar, nadie de las cárceles isleñas. Mira si no sabrá el barbudo de estrategia y táctica, después de 60 años de luchas, inauguradas a fines de los 40 con su participación en el bogotazo.
Y así, de pasada, dejaba también en claro qué tipo de revolucionarios prefiere: los indigenistas, los chavistas, los populistas, los nuevos barbones; con su columna, Fidel ha venido también a recordarnos a todos que entre dos estilos de izquierdistas, el castrismo no se pierde: a los aburguesados les pasará la cuenta, y a los desatados les abrirá crédito.
Navarro sonríe y abre las manos.
¿Otras lecciones? Sí, un par más. Por una parte, la persistencia en el castrismo de la búsqueda y acentuación del conflicto. Para Fidel, ojalá Bolivia y Chile se enfrasquen de nuevo en disputas territoriales, porque nada bueno puede cosechar el marxismo en sociedades estabilizadas y pacíficas, mientras que a mar revuelto, ganancia de agitadores. Y, por otra, el internacionalismo: no hay gobernantes amigos, no hay gobiernos amigos, sólo hay escenarios en los que se plantean fuerzas amigas y, al frente, sectores enemigos y reaccionarios. Porque si Chile puede caer próximamente en manos de la reacción capitalista -ha pensado Fidel-, con mayor razón conviene comenzar a preparar una de las tantas acciones en contra de ese eventual gobierno.
Teillier afirmó que no conocía cubano alguno que hubiese tenido que tragarse la lengua. Justamente el que se la ha cortado a miles, Fidel, la usó como estilete en su notable columna, para recordar que por la razón, por la verdad y por la moral, el castrismo está vivo y decidido a actuar en toda América a través de la piel renovada del chavismo; y, de pasadita, por cierto, Castro dejó en claro que en esos planes el actual gobierno de Chile no es su aliado; sólo es comparsa.
La hiciste una vez más, chico. Gracias, Fidel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario